| | | El señor de las visiones: historia de vida de Breogán Gonda y GeneXus |
| (29/03/2010-18:43) |
Recientemente, en uno de los principales semanarios de Uruguay se publicó la siguiente entrevista que da cuenta de la pasión del co-creador de GeneXus por la ingeniería, así como también del significado de su trayectoria para la innovación en Uruguay. |
Su pasión por la ingeniería, afirma, puede rastrearse hasta su primera niñez, aunque todavía no supiera cómo nombrarla. Fue uno de los primeros en cursar la carrera de “computador universitario”, pionera en su tipo en Uruguay. Breogán Gonda –co creador de GeneXus, una exitosa herramienta para el desarrollo de software que se ha vendido a unos 60 países– es un raro producto de su tiempo y lugar históricos, y de la tranquila certeza de que hay que ser fiel a las buenas ideas aunque vayan a contramano de la tendencia dominante.
Gonda en el edificio @3 de Zonamérica, donde está una de las sedes de ARTECH / Foto Lucía Seco
—¿DE QUÉ ORIGEN es su familia?
—Gallego. Me llamo Breogán por el patriarca gallego. Como la de tantos otros, la historia de mi familia estuvo marcada por la guerra civil española. Mis padres eran republicanos; emigraron a Uruguay y aquí se quedaron.
—¿Cómo surge su vocación por la informática?
—A los 5 años ya tenía, aún sin saber todavía qué era eso, una fuerte pasión por la ingeniería. Al poco tiempo de ponerme a estudiar empecé también con la informática, pero cuando estaba en tercer año de facultad me di cuenta de que no quería ser ingeniero industrial, porque no estaba en el país adecuado.
Pensé que probablemente me iba a pasar la vida remendando maquinaria. En 1967 Uruguay se convirtió en uno de los primeros países en lanzar carreras de informática. Yo ya llevaba siete años de experiencia informal en el área y ahí tuve la oportunidad de sumar el componente académico universitario. En 1975, como tantos otros, me fui del país y elegí Brasil. Mi experiencia allí fue muy importante. Pude trabajar con monstruosas empresas como las que podía haber en Estados Unidos o Alemania, pero estaba ahí al lado.
—¿Cómo llegó la Universidad de la República a ser pionera en la implantación de la carrera de informática en Latinoamérica?
—Se trató inicialmente de una carrera que permitía el acceso a los estudiantes de las diferentes facultades, inspirándose en la idea de que la informática es transversal y necesaria en todas las actividades. El rector Óscar Maggiolo apoyó muy especialmente la iniciativa, el compromiso asumido fue grande e implicó la compra de una computadora poderosa y costosa, y el asesoramiento del importante científico argentino Manuel Sadosky.
—Podríamos decir que hubo varios momentos clave en que determinadas condiciones del entorno confluyeron con decisiones propias que lo llevaron adonde está hoy: la guerra civil española que lo sitúa en Uruguay, la visión de la UDELAR que inaugura tempranamente la carrera de informática, su propio exilio en Brasil, gigantesco campo de pruebas… ¿Qué camino lo condujo a GeneXus?
—Hasta ahí yo me dedicaba a la consultoría en grandes sistemas con bases de datos. En 1984, un gigante empresarial brasileño de la rama textil –con más de 20 fábricas en todo el país– procuró mis servicios. Hasta entonces siempre mi contraparte en las empresas era algún colega, pero en este caso era el director ejecutivo. Me dijo que quería cambiar totalmente la informática porque le parecía paradójico que los funcionarios de mitad del escalafón siempre estuvieran muy bien provistos de información para tomar decisiones en general bastante irrelevantes, y sin embargo quienes tomaban las grandes decisiones, aquellas que podían hacer de la empresa un éxito o un fracaso, jamás tuvieran verdadera información que los asistiera. “Quiero que todos los sistemas estén inscriptos sobre una única base de datos corporativa. De esa manera todos los datos están ahí, son consistentes y podremos explotarlos y obtener toda la información que necesitamos”, me dijo. Era el gran sueño y me parecía imposible que me hubieran elegido a mí para realizarlo. Empezamos a trabajar con dos ingenieros uruguayos, uno de ellos Nicolás Jodal, mi socio en Artech, y a la semana nos resultó claro que el problema era mayor que aquellos en los que teníamos experiencia, que la informática corporativa era algo sobre lo que se escribía mucho pero nadie hacía nada.
¿Quién, en una empresa de ese tamaño, conoce realmente los datos con el debido nivel de objetividad y detalle? La respuesta es: nadie. Después vimos que no era un problema del tamaño de la empresa: pasa en casi todas. Si no existe una materia prima buena, objetiva y con el suficiente detalle, el resultado va a ser pésimo. Cuanto más grande es el problema peores son las distorsiones. Entonces supimos que o bien ideábamos una manera de conseguir conocimiento bueno o íbamos a fracasar.
—La constatación de la necesidad de contar con “conocimiento bueno” era, al fin y al cabo, la razón del director ejecutivo para iniciar todo el proyecto.
—Justamente. El problema era cómo obtener ese “conocimiento bueno”. Hacía falta un cambio de paradigma. Quiero decir, es como en la pintura… si mirás las pinturas rupestres ves que tienen grandes distorsiones, por ejemplo los dos ojos para el mismo lado. El problema es que el individuo conoce a un objeto y trata de dibujarlo en virtud de ese conocimiento. Pero alguien, algún día, inventó la perspectiva. Dijo “lo voy a dibujar exactamente como lo veo”. Nosotros dijimos: ¿dónde está el conocimiento real? En las visiones que cada uno de los usuarios –desde el presidente hasta el auxiliar que entró ayer– tienen de la empresa. Son todas visiones buenas y válidas. Hoy GeneXus es alimentado por las visiones, captura todo el conocimiento que hay en ellas, lo sistematiza en una base y, hecho eso, genera y mantiene automáticamente la base de datos y los programas que puedan ser necesarios.
—¿Cómo describiría GeneXus a un principiante?
—Es un programa que hace programas automáticamente. Tradicionalmente los sistemas se construyen programando manualmente, lo que tiene costos muy importantes para las organizaciones, fundamentalmente medibles en dinero, tiempo y errores. De todas maneras el paradigma de “desarrollo basado en programación manual” es, aún hoy, el más utilizado en el mundo. Con GeneXus pretendemos crear un nuevo paradigma de “describir en vez de programar”. El desarrollador, en vez de dedicarse al bajo nivel (programación detallada de cada función necesaria), se enfoca en conocer el “negocio”, tomando lo esencial de la realidad de sus clientes para describirla de una manera simple. El resto se genera automáticamente.
—Pero en aquel momento GeneXus todavía no existía…
—No lo teníamos, es verdad, pero las buenas ideas sirven aun cuando la implementación que uno tenga de ellas sea a veces muy primitiva.
Empezamos con pequeñas herramientas para ayudarnos a tener éxito en el trabajo que nos habían encomendado.
—¿Cómo se transformaron esas pequeñas herramientas en un camino sólido, de ésos que definen una carrera?
—Nos pareció que los pequeños descubrimientos que habíamos hecho eran importantes. Entonces creímos que no lo podíamos dejar así nomás. ¡Pero no nos sentíamos empresarios en absoluto! Éramos consultores. Ganar dinero es de esas cosas para las que uno no fue creado. Pero dijimos: vamos a avanzar en esto para tratar de licenciar esta tecnología a empresas que después la puedan utilizar. Y en 1985 empezamos nuestra actividad profesional de investigación. Para investigar tranquilamente, el lugar adecuado era Montevideo. Volvimos, y un año después ya teníamos prototipos importantes. Hicimos nuestro primer viaje a Estados Unidos, a golpear puertas. Nuestra ingenuidad era absoluta. ¿Cómo podía un país sin tradición de gran productor de tecnología inventar algo que ellos ni siquiera pensaban que pudiera existir? Para ellos era imposible.
Entre 1986 y 1988 hicimos muchas incursiones y todas fueron fracasos. Por suerte. En 1988 dijimos: “Bueno, o hacemos un paper con todo esto y lo publicamos, o creamos una empresa y vendemos el producto”.
—GeneXus buscó cambiar la manera de pensar las soluciones… Es un objetivo ambicioso, ¿no?
—Cambiar el paradigma es un poco cambiar el mundo. Es muy ambicioso pero ya hemos demostrado que funciona. Hoy hay una comunidad de más de 60 mil desarrolladores en el mundo que construyen toda su vida profesional alrededor de GeneXus. Ahora ¿qué porcentaje es del desarrollo de la informática en el mundo? Muy pequeño. Los paradigmas no cambian con facilidad. Thomas Kuhn afirmó que a veces hay evidencias de que el viejo paradigma no sirve y sin embargo las personas que están jugadas a él no las ven. Ni siquiera se trata de mala fe: no lo ven y punto. Pero creo que en pocos años va a cambiar, porque las necesidades para hacer sistemas vienen creciendo en forma exponencial. Hasta 1994 los sistemas eran totalmente estructurados, previsibles, y los usuarios no sólo no tomaban decisiones sino que eran conocidos y entrenables. Los que tomábamos decisiones éramos los que hacíamos los sistemas. Con Internet los usuarios son todo el universo, no son conocibles a priori, luego, no son entrenables. Entonces, para satisfacer a ese usuario los sistemas tienen que ser más simples desde el punto de vista del usuario, tienen que ser intuitivos y fáciles de usar. Pero cuanto más fáciles sean en el extremo del usuario, más complejos son en el otro extremo. Y más caros. Los lenguajes de programación hace casi diez años que están estancados en su productividad. Entonces tenemos, por un lado, una curva de necesidades creciente. Y por otro, una línea recta, que son las posibilidades.
—¿Y por qué no ha colapsado todavía?
—Porque hace algo más de diez años el mundo desarrollado dijo “vamos a cambiar la escala”. En lugar de medir el costo en horas –hombre lo midió en dinero. Y salió a conseguir gente que trabajara por la décima parte del salario que hay que pagar en un país desarrollado. Sin embargo, así y todo, aquella curva exponencial sigue empinándose. Entonces en algún momento el paradigma va a cambiar porque es imposible de sostener. Sin embargo, por más que GeneXus haya obtenido un aumento de la productividad de un 2 mil por ciento no quiere decir que las grandes corporaciones lo van a adoptar. En general los colegas no son los que gustan de nuestra herramienta. Los que gustan de esto son los que tienen los problemas para resolver. Hace unos años Bill Gates dijo que la programación no tenía futuro y que había que pensar en formas declarativas. Pero lo dijo cuando se estaba jubilando de Microsoft. Si lo hubiera pensado diez años antes Microsoft se hubiera transformado en un monstruoso competidor, o en un gran socio para darle credibilidad a este camino.
Véase material multimedia en www.brecha.com.uy * La presente entrevista se publicó en la separata promovida y financiada por la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación) en Brecha el 26 de marzo de 2010, fue realizada por María José Santacreu.
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